Como síndrome de Lázaro se conoce el fenómeno de la recuperación espontánea de la circulación sanguínea después de varios intentos de reanimación cardio-pulmonar que han resultado fallidos. El síndrome de Lázaro toma su nombre del episodio bíblico en el que Jesús resucita a su amigo Lázaro que hacía varios días que había fallecido. Desde 1982 se tiene constancia de más de 38 casos totalmente documentados en que se había certificado la muerte y hubo una resurrección espontánea, entre los más conocidos encontramos estos tres:
El primero explica el caso de un británico de 27 años que sufrió una sobredosis de heroína y cocaína, sufrió un paro cardíaco durante su traslado al hospital y tras 25 minutos de trabajo de reanimación se le dio por muerto. Un minuto después una de las enfermeras notó que había movimiento en el monitor conectado al corazón del paciente. Éste finalmente se recuperó por completo.
Otro caso famoso es el de la ciudadana norteamericana de 61 años Judith Johnson que en 2007 sufrió un paro cardíaco estando en un centro médico. Se le aplicó medicación y se utilizó el desfibrilador, pero los médicos no consiguieron recuperarla. Fue declarada muerta y trasladada al depósito de cadáveres, donde un tiempo después se dieron cuenta de que estaba viva y respirando con normalidad. La mujer demandó al centro médico.
En 2002 la revista “Forensic Science International” se hizo eco de lo acaecido con un japonés de 65 años afectado por la sordera, que fue hallado inconsciente en la casa de acogida en la que vivía. Intentaron recuperarlo en el Hogar y en el servicio de urgencias del hospital, tanto farmacológicamente como con el desfibrilador, pero sin conseguirlo. Fue declarado muerto y llevado al depósito de cadáveres donde 20 minutos después un policía se dio cuenta de que uno de los supuestos muertos se movía. Recuperado, sobrevivió únicamente 4 días más.
Los médicos siguen intentado averiguar con certeza cómo se produce esta “resurrección”, ya que no están seguros de su causa. Piensan que puede deberse a la relajación de la presión ejercida durante el proceso de reanimación, que permite al corazón expandirse, reactivar los impulsos eléctricos y ponerse en marcha o por los altos niveles de potasio que retrasan el retorno de la circulación espontánea. Actualmente los protocolos médicos aconsejan no certificar el fallecimiento hasta pasados 10 minutos de la finalización de la reanimación, por si se produjera esta “resurrección” o síndrome de Lázaro.
También se conoce en círculos psiquiátricos como “síndrome de Lázaro” las dificultades que sufren las personas que se han enfrentado a la certeza inminente de su propia muerte y finalmente han sobrevivido.
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