Los “Cabezas redondas” del Tassili. ¿Dioses con escafandras?


Las pinturas rupestres de Tassili son sin duda alguna, evidencias de la posible visita extraterrestre que recibimos los humanos durante la pre-historia, concretamente en la meseta de Tassili, al sur de Argelia, en el árido desierto del Sahara. Según los expertos, en las cavernas de Tassili n’Ajjer está “la más importante colección de arte rupestre conocida”, son miles de millares de pinturas, que se cree que solo son el 20%, las demás han sido destruidas por la erosión.




Estas pinturas rupestres datan de 10 a 15 mil años de antiguedad; las pinturas de esa epoca suelen tener una sola tonalidad de color, en cambio, las de Tassili usan mas tonalidades, lo cual las hace mas especial aún. La gran mayoría de las imagenes son de animales: jirafas, avestruces, elefantes, bueyes, yacarés e incluso hipopótamos, lo cual demuestra que en la antiguedad esa región estuvo llena de vida, Tassili quiere decir “plataforma de los ríos”.
Actualmente, pueblos nómadas de África afirman que esas cavernas son óptimas para vivir. Según las pinturas, en aquel lugar rios no faltaban, selvas con animales y plantas tampoco, por lo visto, se encontraban muy cerca de esas cavernas. Las pinturas reflejan por orden de edad las ocupaciones de los pueblos que allí vivieron: caza y pesca (7.000 a.c.), cria de ganado (4.000 a.c),
cria de caballos (1.700 a.c.).
Los pueblos que vivieron en la meseta de Tassili dejaron grandes misterios, el primero es que no hay enterramiento alguno, lo cual es raro y el segundo, las extrañas pinturas de seres con casco y escafandras parecidas a la de los actuales astronautas.
Llegados aquí, se debe aclarar que los hombres de la pre-historia no tenian capacidad para imaginar, es decir, estas pinturas no son fruto de la imaginación de estas culturas puesto que ellos retrataban lo cotidiano y sus vivencias diarias. Ellos no inventaban ni imaginaban cosas, entonces, ¿qué son esas figuras humanoides con casco, escafandra, guantes, botas y en algunos casos antenas?
“¡Los hombres de la Pre-Historia representaban cosmonautas! Es cada vez más probable que extraterrestres hallan visitado la Tierra hace 10 mil años”, esa es la opinión del arqueólogo ruso Alexei Kazantsev cuando visitó Tassili en 1962, divulgó algunas fotografias de estos seres que llamó “Los Marcianos de Tassili”.




En 1976, una expedición de investigadores españoles viajaron a esta zona del Sahara para investigar mejor estas maravillosas cavernas de Tassili n’Ajjer, la expedición contó con diversos problemas con las autoridades Argelinas puesto que se encontraban al borde de una guerra con Marruecos. También tuvo bastantes problemas con las tempestades de arena de estas zonas, pero después de un duro trabajo, estos españoles realizaron el mejor trabajo fotográfico de las cavernas de Tassili.
Este equipo se fijó en que las imagenes podian ser tratadas como una historia correlativa que según ellos quedaría así:
“Seres extraterrenos posaban regularmente en el Tassili y establecían contactos con sus habitantes. En una de esas veces, ellos secuestraron varias mujeres de su tribu para el interior de la nave y partieron. Y las mujeres fueron devueltas con la semilla de la nueva raza.”
Ocho milenios antes de cristo, antiguas civilizaciones y pueblos de África representan sus acciones cotidianas en las cavernas del macizo de Tassili n’Ajjer, extraños seres son pintados, seres que parecen de carácter extraterreno. Mas de 5.000 pinturas catalogadas, y se cree que se puede duplicar ese número debido a que aun hay zonas no exploradas.
Las primeras informaciones sobre este maravilloso “museo” paleolítico nos llegan de los años de La Primera Guerra Mundial, imágenes y datos tomados por la Legión Extranjera Francesa que habían explorado regiones a mas de 1400 km de Argel. A principios de 1933, arqueólogos y geógrafos franceses pudieron observar algunos apuntes de las pinturas tomados por el teniente Charles Brenans, que era el responsable del puesto de Djanet, Brenans al llevar a cabo un reconocimiento con su escuadrón de camellos sobre la meseta, fue el que descubrió las cuevas, cuevas forradas de coloridas pinturas.
La emoción de este descubrimiento, se proclamó rápidamente puesto que hasta aquel entonces, se creía que aquellas zonas de África nunca fueron habitadas. La comunidad científica quedó asombrada al divisar aquellas representaciones de la vida material, espiritual y religiosa de los pueblos del paleolítico del Sahara. Algunos científicos ya afirmaban que el desierto del Sahara había sido una zona de rebosante vida hace 4000 años, cosa que quedó totalmente demostrada gracias a estas pinturas.
Después de varios años, un pequeño grupo de especialistas del Sahara, recorrieron las montañas de Tassili para realizar un estudio más profundo sobre la situación de las pinturas. La guerra impidió que se pudiera llevar a cabo un estudio en profundidad y serio de las pinturas, por lo que el grupo de especialistas tuvo que recurrir al ejército francés. Entre estos especialistas se encontraba una persona de carácter excepcional y amante del desierto por encima de todo, el etnólogo y arqueólogo francés Henri Lhote.




Henri Lhote era huérfano desde niño, comenzó a trabajar a los 14 años, años mas tarde sufre un grave accidente, accidente que truncó su carrera de aviador militar. A los 20 años, ansioso de aventuras, busco la forma de vivir y trabajar en el desierto. Obtuvo un trabajo que trataba de combatir la langosta en el desierto, para ello recibió 2.000 francos, con los que Henri Lhote compró un camello y varios libros sobre la langosta, con este equipamiento y sin nada de experiencia a sus espaldas emprendió un viaje hacia el desierto sin saber los peligros de ese inmenso mar de arena.
Estuvo más de tres años en el desierto del Sahara, alejado de cualquier núcleo urbano y civilización. Recorrió el desierto más grande del mundo varias veces en todas direcciones, lo que en su viaje sumó más de 80.000 km y entabló amistad con los Tuaregs, gentes que pueblan la región de los ríos secos en el macizo de Ahaggar. Gracias a los conocimientos que ganó sobre el desierto, la universidad de París lo premió con un doctorado. Gracias a este destacado nombramiento, su pasión por el desierto se vio intensificada aun mas, lo que lo llevó a preparar una expedición para investigar los enigmáticos “dioses” de Tassili, expedición que no se realizó puesto que estalló La Segunda Guerra Mundial.
Cuando estaba de servicio, una gravísima lesión de columna vertebral lo dejó totalmente incapacitado y estuvo diez años tendido de espaldas. El destino se interponía en su sueño de plasmar en papel aquellos tesoros de arte paleolítico.
A principios de 1956, obtuvo ayuda del gobierno francés y de algunas entidades científicas para poder organizar por fin la expedición a la meseta de Tassili n’Ajjer. Tanto el viaje como la inmensa zona de desfiladeros presagiaban toda clase de riesgos. Pero Henri Lhote jamás retrocedió un solo paso, quería cumplir su sueño a toda costa.
En febrero, el equipo de Henri Lhote se pone en marcha hacia el peligroso desierto, la expedición cuenta con treinta camellos, un guía tuareg, dos auxiliares y los especialistas:
– George Le Poitevian (43 años) pintor y otro apasionado del Sahara.
– Claude Guichard (23 años) especialista en frescos.
– Jaques Vilet (20 años) alumno de la escuela de artes aplicadas.
– Phillippe Letellier (20 años) fotógrafo y cineasta de la expedición.
– Irene Montandon, diplomada en lengua Bereber, vivía entre los tuaregs y participó durante tres meses en la expedición.
Los días son agotadores, a partir de Yanet empiezan a aparecer desfiladeros en las montañas. La meseta de Tassili se encuentra a mas de 700 metros de altura sobre el nivel del mar. El propio Lhote describió el ascenso a dicho lugar:
“Las bestias tienen cortado el aliento por el esfuerzo, la rampa es cada vez más empinada y la mole de pedruscos se va haciendo más imponente. Algunos camellos se desploman bajo la carga que cae rodando torrentera abajo; los hombres deben acudir a todas partes. En los guijarros se perciben huellas de sangre, pues sin excepción todos tienen despellejadas las patas y se han dañado las pezuñas en las aristas cortantes de las rocas. El animal que lleva las grandes cajas con los tableros de dibujo acaba de desplomarse bajo su carga que ha dado contra una peña y está claro que jamás podrá incorporarse. Mando sacar los tableros y tomo la decisión de que nos los carguemos al hombro. Cada uno recibe su parte y aquí comienza el calvario para todos, pues aún no se divisa la cima y el sendero se encrespa más y más bajo nuestros pies…”




Después de incontables esfuerzos, se cumple la hazaña, y cada día que pasa en la meseta de arenisca equivale a mas sorpresas; cuevas, acantilados, abrigos en las rocas. Las cuevas de las pinturas están dispersas por el terreno.
La región en la que se encuentra la expedición se asemeja a un paisaje lunar, nos dice Lhote:
“Lo deforme y lo fantástico de sus contornes finge graneros desfondados, castillos de ruinosos torreones, decapitados gigantes en actitud de súplica. Atraviesan ese dédalo y en él se entrecruzan desfiladeros de piso arenoso, angostos como callejas medievales. Quien allí se aventura cree hallarse en una ciudad de pesadilla.”
Henri Lhote y su equipo llegan a su meta, Lhote comienza el trabajo de calco y coloreado de las pinturas. En cada laberinto de roca hay nuevas colecciones de arte rupestre paleolítico. Las pinturas son muy extrañas, cazadores, arqueros, grandes escenas de la vida cotidiana, pequeñas gacelas o los descomunales y amenazantes “dioses” que se localizan en superficies cóncavas o convexas. Para poder calcar los dibujos centímetro a centímetro es necesario estar de rodillas o tumbado en los deformes salientes de rocas.
De este modo, se registran cientos de paredes e imágenes, Lhote escribió:
“Estábamos literalmente trastornados por la variedad de estilos y de temas superpuestos, en suma, nos tocó enfrentarnos con el mayor museo de arte prehistórico existente en el mundo y con imágenes arcaicas de gran calidad, pertenecientes a una escuela desconocida hasta el presente.”
Después de explorar la región de Tan-Zumaitak y la de Tamir, Henri Lhote y su equipo se dirigían al pequeño macizo de Yabbaren. “Cuando veas Yabbaren -le había dicho su viejo camarada Brenans- te quedarás estupefacto”. Y no mentía cuando lo dijo, Yabbaren en el lenguaje de los tuaregs significa “Los Gigantes”, en este lugar es donde están representados los supuestos cosmonautas, son unas pinturas inmensas y desconcertantes. “Cuando nos encontramos entre las cúpulas de areniscas que se parecen a las aldeas negras de chozas redondas- dice Lhote- no pudimos reprimir un gesto de admiración hasta el punto el caos es salvaje e impresionante”. Esta zona parece como una pequeña ciudad, con sus calles y demás elementos urbanos, todas las paredes están cubiertas por estos seres de “cabezas redondas”, imágenes de gran tamaño pintadas entre el 7.500 o el 8.000 antes de cristo.
Estas pinturas no solo reflejan a los habitantes de las tribus que habitaron la meseta de Tassili, sino también a posibles cosmonautas que llegaron a la tierra durante el periodo paleolítico. Tal vez representen a seres superiores que descendieron en la meseta y que ante el temor de los nativos, pasearon por esa región montañosa del sur de Argelia observando la convivencia, evolución y técnica de los primeros grupos humanos. El propio Henri Lhote después de observar al “Gran Dios Marciano” de Yabbaren, escribió:
“Hay que retroceder un tanto para verlo en conjunto. El perfil es simple, y la cabeza redonda y sin más detalles que un doble óvalo en mitad de la cara, recuerda la imagen que comúnmente nos forjamos de un ser de otro planeta. ¡Los marcianos! Qué título para un reportaje y qué anticipación. Pues si seres extraterrestres pusieron alguna vez pie en el Sahara, hubo de ser hace muchísimos siglos ya que las pinturas de esos personajes de cabeza redonda del Tassili, cuentan, por lo que colegimos, entre las más antiguas. Los “marcianos” -prosigue- abundan en Yabbaren y hemos podido trasladar no pocos frescos espléndidos referentes a su estadía. Brenans había señalado algunos pero las mejores piezas le habían pasado por alto pues son prácticamente invisibles y para volverlas a la luz ha sido menester un buen lavado de las paredes con esponja.”




Entre estos descubrimientos hay un gran fresco en el que la figura central es “El Dios Astronauta” al que Henri Lhote considera de un periodo anterior al de “El Dios Marciano”. Lhote clasificó los dibujos en distintos grupos y periodos, muchos de los dibujos datan de más de 10.000 años de antigüedad, y en los que se podía apreciar seres con escafandra, guantes, botas, casco, extraños equipos e indumentarias, y en algunos casos seres con aspecto al mas puro estilo de los guionistas de Hollywood. Estableció los siguientes grupos:

A) Seres de cabeza redonda y cuernos de pequeño tamaño.
B) Diablillos.
C) Dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda.
D) Hombres de cabeza redonda evolucionada.
E) Período decadente de las cabezas redondas.
F) Hombres de cabeza redonda muy evolucionada.
G) Período de los Jueces de Paz o terminal.
H) Hombres blancos longilíneos del período prebovidense.
I) Hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo.
J) Estilo bovidense.
K) Período de los carros.
L) Período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares.

La aparición de algunos símbolos junto a los frescos, han hecho suponer a varios investigadores la posible existencia de algún tipo de escritura hace 5.000 años, lo cual es un duro golpe para las tesis oficiales en las que se mantienen que Mesopotamia es la cuna de la civilización y de la escritura.
Estos presuntos “extraterrestres” se repiten también en las regiones de Azyefú, Ti-n-Tazarif y en Sefar. En Ananguat, dentro de un fresco de distintos estilos, se puede distinguir a un extraño personaje que se encuentra con los brazos extendidos hacia delante y sale de un extraño objeto ovoide. Lhote escribió acerca de este fresco lo siguiente:
“Más abajo, otro hombre emerge de un ovoide con círculos concéntricos que recuerda un huevo, o más problemáticamente un caracol. Toda prudencia es poca para interpretar semejante escena, ya que nos hallamos ante unos temas pictóricos sin precedentes.”
Esas son las palabras de Henri Lhote, el etnólogo y explorador que rescató el patrimonio artístico de remotos pueblos que habitaron este maravilloso lugar. Los “Dioses de cabezas redondas” refuerzan la fascinante hipótesis con múltiples indicios de distintas partes del mundo referentes a la posible intervención de seres del mas lejano espacio en el remoto pasado del planeta tierra.
Aun hoy, en la meseta de Tassili n’Ajjer, el “Gran Dios Marciano” permanece imborrable en la roca del macizo argelino. Estas pinturas son quizás un testimonio mudo de la visita de seres que llegaron de las estrellas, seres de inteligencia superior provenientes de algún rincón del universo. Nuestras mentes no están preparadas para asimilar lo que allí aconteció hace milenios, solo están preparadas para percibir un pequeño fragmento de esta fascinante historia.



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